La Grieta Digital 10

Agosto 2013


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EL SE VA CON ELLA Y PIERDEN LOS MALOS

Por José Moreno*

* Sociologo y escritor. Autor de 
Operacion Medibacha y Codigo Tripa Gorda.

Yo era chico, un niño soñador que aún creía en el amor y en las grandes epopeyas. Miraba muchas películas que, desde cierto elitismo cultural –y desde la lisa y llana sensatez-, podría decirse que era una bazofia. Era la época en la que se empezaban a alquilar los reproductores de VHS, con dos o tres películas para pasar el sábado, invitando a los pibes del barrio para después salir a la calle a recrear la película en cuestión.

Imposible olvidar la Plaza San Martín de Tres Arroyos transformada en el Estadio Azteca después de ver  “Héroes” –aquella gran película del realizador Tony Maylan-, reviviendo el gol de Burruchaga, adelantando la pelota por demás ante la absurdamente tardía salida del portero alemán. Otra huella la dejó Rocky IV, con toda la guerra fría condensada en una pelea de boxeo, con el subnormal de Silvester Stallone defendiendo los valores de la democracia occidental. Por desgracia aquel film grotesco -y tremendamente cautivador para un chico de primaria- lo compartí con mi amigo el “Rolo” Pescader, vecino del barrio un par de años mayor y con una contextura física de adulto desde los 10 años. La huella de Rocky IV se tradujo en las marcas de los sopapos que el “Rolo” depositó en mi humanidad con la tenacidad y frialdad soviética que contagiaba Ivan Drago. Creo que desde aquel entonces empecé a dudar de las virtudes del comunismo soviético.

Eran esos tiempos cuando, lo recuerdo, mi hermana Adela se acercaba mientras yo miraba películas y me decía: “¿Querés que te cuente el final? Él se queda con ella y pierden los malos.” Yo me reía, y me daba cuenta que tenía razón, que el 99,9% de mis películas respondía a ese patrón. Era, quizás, mi primer toma de conciencia sobre los clisés.

 Los clisés aparecen como aquellas repeticiones, aquellos lugares comunes que una y otra vez vuelven reeditando fórmulas que alguna vez fueron exitosas y, para nuestro asombro, poseen más durabilidad que una caja llena de Duracel de las grandes.

La pregunta que me surge pensando en esto es si los clisés, por serlos, deben ser desechados por completo. Y en todo caso, cómo sería eso.

En primer lugar entiendo que difícilmente se escapa de los clisés. Casi siempre se repiten fórmulas (“Ya está todo inventado” reza una frase clisé). Los géneros y subgéneros, las latitudes y particularismos culturales, los paradigmas y estilos, las corrientes artísticas..., cada grupo y subgrupo de manifestaciones artísticas tienen los suyos. Sobran dramas con enfermos terminales y niños con leucemia. Rebalsan asesinos seriales oficinistas, con anteojos y raya al costado. Saturan partidos de futbol americano con un touch down definitorio en el último segundo.

El empeño en lo anti clisé tampoco asegura buenos resultados. Muchas veces, por poner el centro en pos de la originalidad y de la trasgresión de “límites” se termina en historias indigeribles, con planos y secuencias eternas –somníferos potentes-, relatos sin sentido –o con sentidos tan profundos y complejos que resultan una pelotudez atómica-, humoradas absurdas –tan absurdas que también resultan una pelotudez atómica. Esto no significa que no se deban trasgredir límites ni buscar la originalidad. El tema es qué límites y cómo se trasgreden, si la originalidad por la originalidad misma no cae en otro clisé, sólo que más exclusivo, probablemente poco entretenido.

El clisé en sí mismo, como tal, no debería demonizarse por demás. Claro que es bueno que las historias que se crean no sean todas copias de sí mismas. Hay muchos clisés absurdos y evitables, estúpidos, absolutamente predecibles. Hay formatos dominantes, hegemónicos. Es bueno saberlo, tenerlo presente y tratar de hacer algo distinto, que de alguna manera innove, vaya contra cierto orden –y no sólo contra “el” orden hegemónico, sino contra todos los órdenes que hegemonizan un campo cultural (géneros y subgéneros, corrientes, modas, culturas nacionales, etc.).

Pero el clisé puede ser pensado de otra manera, reciclado, reutilizado. Se puede jugar con ellos. Innovar al interior de sus estructuras, hurgar en sus intersticios. Él se queda con ella y pierden los malos es una estructura general que hay que llenar, una coordenada de trazo grueso, una superestructura, si me perdonan las marxistas.

Así visto, este lugar común de las historias que se consumen masivamente, habilita muchas opciones para desarrollar. Así enunciado remite a dos valores especialmente caros a la humanidad toda: al amor y la justicia (puede agregarse la épica, ya que los malos pierden, y si pierden, es porque hay una disputa manifiesta). ¿Por qué renunciar a semejantes tópicos?

No está nada mal que triunfe el amor. Se puede discutir de qué manera, entre quienes, qué tipo de amor. Una pareja heterosexual, una gay y todas las variaciones que se les ocurran son amor. El amor fraterno, el familiar, el caritativo, el revolucionario… son todos amores que es grato ver triunfar. El triunfo del amor muchas veces es que “él” (y no hablo de Néstor Kirchner) no se quede con ella, porque si se queda con ella se pueden achanchar feo, caer en una rutina insoportable, tener hijos insoportables, odiarse, engañarse y traicionarse sistemáticamente.

No es malo tampoco que pierdan los malos. Sí, claro el mundo es complejo, y lo bueno y lo malo es difícil de definir. El problema no es que pierdan los malos, sino que los malos siempre sean árabes barbudos que se empeñan en no dejar vivir en paz a la gloriosa nación del norte. O que los malos sean entera y estúpidamente malos y los buenos lo mismo. Hay una gran gama de grises sobre lo que innovar.


En definitiva, los clisés están por ahí siempre. El desafío es que hacer con ellos. Es jugar con ellos y contra ellos. Darlos vuelta, ridiculizarlos, exacerbarlos, desnaturalizarlos. Ponerlos en discusión, pero también tomarlos. No hay que tenerle miedo a la épica, a la justicia, al amor. En todo caso, resignificarlos, descolonizarlos, traerlos para nuestro lado, para nuestras batallas y fantasías. Después de todo los clisés son puntos de referencia, de encuentro, lugares comunes, es decir que tenemos en común, lugares donde nos encontramos. Habrá que ponerlos lindos a esos lugares, decorarlos de manera ingeniosa y novedosa. Y encontrarnos ahí, con nuestra historia, nuestras historias, con los viejos amigos, con el “Rolo”. Ya se la voy a dar al “Rolo”.   

1 comentario:

tarunvagts dijo...

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