Por Julián Axat
Los cliché se acoplan al
cerebro de tal forma que la sinapsis es lenta. Las neuronas trabajan con más
quietud acostumbradas a recorrer los mismos lugares por los que pasaron. El
cerebro es una burocracia si es una máquina con los movimientos prefijados. No
hay novedad, por lo tanto la energía neurológica circula repitiendo
compartimentos de lenguaje y acción. La burocracia trabaja a partir del cliché,
por lo tanto todas las formas del pensamiento que se originan en causas y
respuestas estandarizadas hacen del cliché su mundo de vida. La representación
y las imágenes que consumimos, o el lenguaje que repetimos a diario, suele
basarse en las repeticiones de lugares comunes, en la llamada dominabilidad
técnica de la creatividad y de acontecimiento. La banalidad del mal necesita
del cliché para fabricar a nazis Eichmann y colocarlo como burócrata de la
cadena de mandos que llevan a una cámara de gas. cada policía parado en una
garita es un cliché asigando a la cuadrícula de un burócrata, como lo es el
disfraz del cortesando que hace que escribe sentencias, pero las tiene escritas
o las reescribe sin arte. El capitalismo consume neuróticos, pero también se
realiza en tipos de representación prefiguradas de antemano que son, ni más ni
menos que, clichés en la forma de gozar la mercancía. La cosificación de la
obra y del trabajo. Sindicatos clichés, que cobran sueldo y empresa cliché y
huelgan cliché. Hay personas que apelan
al cliché todo el tiempo, gobernadas por los medios de comunicación dominantes
que buscan la reproducción del pensamiento único, como goce global (todos los
diarios del día, repiten los mismos títulos, los mismos copetes, la misma
información). La opinión pública representada en una estadística medida por
gurús del marketing y consultoras aplicadas sobre indicadores movibles que a la
vez –al ser reproducidos- fabrican opinión-cliché. El hombre unidimensional
posmoderno es cliché caminante y como cuerpo-mente: todo previsto, todo
pautado, una vida sin irrupciones. Allí donde el situacionismo pensó maneras de
quebrarlo-desorganizarlo, el capitalismo se adelantó y también lo consumió.
Pues el arte cliché es la muerte de la vanguardia en el siglo XXI. El
desencanto de un arte sin irrupción política, sin forma de vida, arrojado a la
fetichización y no a la contingencia, llevado al cliché de la poética, en todos
sus términos plásticos, dramáticos y literarios (en todos sus géneros).
Replicantes de lugares comunes literarios tenemos en las mesas de las
librerías: bet-seller, autoayuda, pero también en la literatura no comercial:
lo remanido, el plagio mal hecho (el bien hecho es una forma de originalidad).
La política cliché gobierna porque el miedo a la libertad es real. Mejor lo
conocido que lo por conocer. Hay una izquierda
de manual que hace del cliché lenisista-trostkysta-mariateguista-guevarista una
lectura encorsetada-simplificada-cliché. Pero hay una derecha de tribuna que
huele a naftalina cliché de slogan yo, tu él, ella, y una cristianismo ortodoxo
de hostias y cruces que repite evangelios y llena de fieles cruzadas y
peregrinaciones tras un cliché papal. El fasto es cliché. Por eso el peronismo
como hecho maldito que se reinventa de izquierda a derecha rompe con todos los
clichés, pero de pronto también se vacía de contenido y tiende a lugar común-clisché,
sin discurso político sólido, mostrando pliegues de la no definición para
traccionar votos de todos los sectores en una disputa que nace desde dentro de
su propia grieta, el cliché peronista renace como pancarta, como remera, como
villancico, una burocracia de demonizados que no se identifican y esperan el
aura externa, o no se sostienen por propia voz hasta que no sean hablados por
el líder. El pluralismo es un derecho, pero también os pluralistas son un
cliché del miedo a la libertad. El cliché se lo traga todo, es un vecino
pluralista que repite formulas vacías contra la inseguridad, contra el medio
ambiente, es un diputado replicante de páginas de diarios cliché. La policía y
el cliché, es decir un oximorón, la justicia express… la pornografía repite
poses lugares comunes del cuerpo-cosificado para el goce-cliché. Facebook es
cliché “me gusta” 5000 amigos. Las pocas palabras que entran en el Twitter
pocas veces un haiku, más bien cliché y miles de seguidores cliché… la regla es
la siguiente: todo pensamiento original, todo acontecimiento irrepetible que
irrumpe en la vida transformándola en un hecho divino o de aura con un plano
superior tiende a ser capturado por una fuerza opuesta que la aplasta hacia la
repetición y a la burocracia. La pulsión de vida es gobernada por un otro que
la domina y la instrumentaliza. Los virus y anomalías se transforman en un
parte del sistema tarde o temprano. Los clichés se lo tragan todo. Hacer la
guerra a los clichés supone alto costo, y solo es posible entre varios que
tienden, de alguna manera, a otra forma de cliché. La guerra contra los clichés
implica la esperanza de un hombre distinto, basado en el mero acontecimiento y
en la potencia de un poder cosmico hasta el momento esperado, nunca
normalizado. La esquizo-vida o la rizomática elección de una voz singular es
difícil de pensar sin el final. No olvidemos a Deleuze arrojándose por la
ventana de un quinto piso. Su suicidio es cliché.
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